Después de esto, evaluar si lo escuchado, aún siendo apreciativo, es cierto y exacto. Es común escuchar quejas que se refieren a la manera en que se dio la retroalimentación. Las personas encargadas de esto, pueden ser muy cuidadosas y atentas o en ocasiones directas o hasta ofensivas.

Hay que considerar si la persona responsable de hacer esta tarea, es alguien considerada imparcial y humana o es conocida por exagerar o ser conflictiva.

En ambos casos, lo idóneo es escuchar en silencio sin defenderse y más bien tomar las cosas de quien vienen, sin perder la objetividad y la consciencia de autoevaluarse.

El trabajo de quien escucha es ser capaz de hacer a un lado “la intención” de quien habla, “el tono desagradable” que puede estar usando y más bien hacer consciencia de si lo que se dijo es cierto o qué tan inexacta es la apreciación.

No actuar defensivamente, es lo más indicado. Sin importar que todo lo que se esté diciendo sea incorrecto u ofensivo, interrumpir, negar o querer demostrar el error, no llevará a donde uno espera, por el contrario, se corre el riesgo de entrar en una interminable discusión que no llegue a un fin claro. Es mejor escuchar hasta que la otra persona termine de decir todo lo que tenía planeado y en caso necesario, sin reclamar hacer preguntas y pedir ejemplos que permitan aclarar las circunstancias. Repetir lo escuchado es otra manera de reforzar la claridad del mensaje recibido.

La clave es escuchar sin estar planeando la respuesta, pues al hacer esto, se pierde la escucha activa y la distracción impide escuchar claramente y leer entre líneas las intenciones no dichas.

Después de escuchar todo, es mejor pedir tiempo para pensar y aclarar cómo se piensa responder de manera objetiva. Este tiempo es valioso para hacer una autoevaluación, validar la opinión recibida con otros compañeros, definir la diferencia entre hechos y apreciaciones para planear una respuesta en caso de ser necesaria.

El pedir tiempo para pensar en el resultado antes de responder, también puede producir empatía al hacer sentir a la otra persona que su opinión es valiosa y no se echa en saco roto lo escuchado.

Un estudio científico se realizó a dos grupos de personas a las cuales, a través de un escaneo cerebral, se les evaluó las zonas cerebrales activas al recibir retroalimentación. En el primer caso, se le pidió a los participantes hablar de sus sueños y lo que estaban haciendo para lograrlos. Al segundo grupo le preguntaron sobre sus tareas, el área en que pensaban estar cometiendo errores y cómo pensaban corregirlos.

Se pudo observar en el cerebro de los miembros del segundo grupo, que el pensar en la auto-crítica, se produce una sensación de amenaza que activa la zona cerebral de “alarma”, lo que genera una reacción de concentración total en la “supervivencia” implicando la utilización de todos los circuitos emocionales, cognitivos y de percepción, lo que produce discapacidad en esas áreas para enfocarse en otras cosas que no sea sobrevivir. Igualmente, el sentirse criticado, produce sensaciones de culpa y disminución de la autoestima, lo que aumenta la propensión a cometer errores.