Se ha demostrado que la mayoría de las personas que han trabajado en alguna organización han experimentado ser víctimas de acoso o violencia laboral en cierto grado que pudieron ser desde comentarios irónicos o sarcásticos, alguna burla, desagradables llamadas de atención en público hasta llegar a sufrir la ley del hielo o interferir con sus resultados laborales.

En México, el tipo de acoso laboral más extendido es el congelamiento: ignorar y “hacerle el vacío” a la víctima. Este es percibido de diferentes modos conforme la posición socioeconómica del afectado. Los sectores de escasos recursos lo perciben como una manera de discriminación social.

Lo común cuando las personas se sienten atacadas en su ambiente laboral, es pensar que su proyecto de vida, medio de sustento y credibilidad, se ven amenazados, así como sus oportunidades de ascender en la jerarquía y mejorar su nivel de vida o desarrollo profesional.

En ese momento se presenta el dilema de hablar y dar a conocer a alguna autoridad (si es que no es quien agrede), lo que está ocurriendo, con el consabido riesgo de que nadie tome acción y que las represalias sean mayores, afectando el ambiente del quehacer cotidiano y todas las oportunidades de crecer o permanecer en el trabajo.

Ante esta disyuntiva, las personas se esconden, callan y dejan crecer la situación, mientras se van enfermando emocional y físicamente, hasta que llegan a la decisión de abandonar la empresa, o deciden atacar, generando mayores problemas y corriendo el riesgo del descrédito, degradación o finalmente, pérdida del empleo.

Esta encrucijada es grande, pues la víctima además de sentir culpa por callar o atacar, se confunde tratando de identificar si lo que le ocurre es solo parte de la competencia normal de los miembros de una empresa, un día de mal humor de un compañero o jefe manipulador o si realmente es víctima de agresión laboral.

Para que dichos comportamientos agresivos sean considerados como acoso laboral, deben ocurrir con frecuencia durante un período de tiempo determinado. Muchas veces al evaluar el comportamiento de quienes acosan, se puede llegar a concluir, que no todo el tiempo atacan a sus compañeros o subalternos, sin embargo, aunque esta actitud sea poco frecuente, basta con que haya ocurrido una vez, para dejar huella en la víctima.

Con el fin de evitar que esto ocurra, es primordial proveer capacitación integral a equipos de trabajo completos, es decir, que incluyan a líderes junto con los demás miembros de la plantilla laboral, como una manera de fomentar la cooperación, a través de enseñarles estrategias y habilidades de comunicación efectiva que puedan practicar en conjunto.